47. Algo diferente

Martes, 07:15.

Me asomo a la ventana.

Increíbles vistas.

El mar al fondo.

Gaviotas volando.

Panorámica de la ciudad que me vio nacer.

Mi hogar.

Doy un sorbo a mi café.

 

Agacho la mirada.

Ruido.

Muchas personas aglomeradas.

Personas muy pequeñas y ruidosas.

Niños.

Niños aglomerados en la puerta del instituto

Esperando a que abra sus puertas.

Padres corriendo y tirando de sus hijos para cruzar antes de que cambie el semáforo.

Abuelos de la mano de sus pequeños.

 

Suena una sirena.

Todos la reconoceríamos.

Es la señal que indica a los alumnos que comienza su jornada.

Caminar errante hacia el interior del centro.

Como animales a su jaula.

Privados de la libertad de su naturaleza.

 

09:00.

Estoy preparando la clase de hoy.

Escucho otra sirena.

Me asomo.

Es el turno de los más pequeños.

Los separan por edades.

Me fijo en los renacuajos del grupo.

3 añitos.

Algunos todavía están en el número par.

Estos parecen más alegres que los del instituto.

No llegan a comprender lo que les espera.

El camino que han iniciado y que por ser normal asumimos que es bueno.

Un camino donde les señalarán la línea por la que deben andar.

La línea por la que se llega a clase.

Metáfora de lo que les espera en toda su vida.

Caminos marcados.

No te salgas de la fila, o serás castigado.

 

Ahí comienza todo.

El fin de la creatividad.

Del camino propio.

Tú comenzaste ese camino hace ya muchos años.

Nunca te saliste de la fila.

Quizás sea hora de dar un paso al lado.

De hacer las cosas diferentes.

Yo decidí salirme, sin saber que hay más allá.

Ando descubriendo a cada paso.

Tesoros escondidos.

Sendas tenebrosas.

Playas secretas.

¿Tendrás el valor?

 

Sé feliz,

Ramón Lora.

    

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